Viajamos para cambiar...

VIAJAMOS PARA CAMBIAR, NO DE LUGAR, SINO DE IDEAS.

Estas memorias deben comenzar desde el año pasado, cuando despedimos a los compañeros que se montaban en el ferry para cruzar el Estrecho y yo quería correr y montarme con ellos. Pero me tocó esperar.

 Y César nos fue enseñando vídeos de años anteriores y nos hablaba maravillas de la gente de allí, así que estaba deseando que llegara el 14 de marzo.

Me acuerdo de cómo cantábamos en el autobús para Tarifa “NOS VAMOS PA’ MARRUECOS”  y de las caras de los otros alumnos que se quedaban en Bolonia.  Ahora  les tocaba a ellos esperar.

Nuestros amigos marroquíes nos esperaban  en el puerto  y en cuanto nos presentamos, aunque todavía ni me sabía los nombres, quería saberlo todo de ellos, así que no paré quieta y hablé con todos y  lo primero que me dijeron en español es que era muy dulce. Me sorprendió mucho y  por eso, desde el primer día, les quise como si los conociera de toda la vida.

Fuimos en autobús a Tetuán y sentada en primera fila, ya noté muchas diferencias entre Marruecos y España. La música y los bailes eran la vida de la gente marroquí, porque fue lo que nos acompañó durante toda la semana, a parte de  la vida  “sin prisas”. Porque no sabía que allí no existe la palabra estrés en su vocabulario. También vi como el chófer conducía con curvas mientras hablaba por el móvil tranquilamente  y  la gente andaba por los arcenes de las carreteras. La respuesta a mi pregunta sobre si eso era normal fue: “Esto es Marruecos”.

Esa frase fue lo que quería escuchar, y me di más cuenta de que estaba en Marruecos y de que ese país por muy cerca que estuviese era un mundo diferente con  las calles  estrechas y azules  llenas de especias, de puestos con dulces, de productos frescos y de gente con chilabas de Tetuán.

Cómo se rieron mis amigas españolas y marroquíes cuando me quemé los labios al probar el té al que nos invitaron. Pero para las marroquíes esa era la temperatura perfecta y no quemaba nada, que conste. También nos dieron las primeras lecciones de árabe, por más que repitiera la palabra que me enseñaban, negaban y la repetían de una forma que a mí me sonaba igual. El primer día fue un gran inicio para una gran experiencia.