Un viaje inolvidable

Memorías de Marruecos : Un viaje inolvidable

Viernes 14 de marzo de 2014, un día señalado, un viernes normal para muchos, con toda la alegría que eso conlleva, pero para unos pocos ese viernes era especial, iba a ser el principio de un viaje que no íbamos a olvidar en nuestra vida.

Todo viaje empieza con una preparación previa, aquel jueves 13 de marzo justamente fue la entrega de notas en nuestro instituto, aunque no creo que eso le interese a nadie. Por la noche, terminé de preparar la maleta, la observé y pensé en lo que me iba a esperar, 8 días en un país extranjero, sin ordenador, consolas y cosas así, buf... En esos momentos pensé que me iba a morir de aburrimiento, e incluso pensé que me había equivocado con el viaje, que había sido un error.

Normalmente no me gusta equivocarme, pero esa vez me encantaba haberme equivocado, estaba completamente equivocado, pero no adelantemos cosas, demos paso al primer día.

Me levanté pronto, creo que serían las 6:35, teníamos que estar en el instituto a las 7:45 si mal no recuerdo. Abrir los ojos y moverme de la cama me costó lo suyo, la noche anterior me acosté tarde, craso error. Cuando llegó el momento de salir de casa me despedí de mis tres perros, les iba a echar de menos, la verdad.

Al llegar al instituto, no había apenas nadie, creo que el único profesor que había llegado era César y de alumnos el único que había llegado era Manuel, con el que me iba a poner en el hotel. Pasado un rato el resto de mis compañeros de viaje llegaron, excepto un par que se retrasaron, que llegaron cuando estábamos subiendo todas las maletas. Los de tercero iban a despedirnos, pero su viaje tan solo era a la playa de Bolonia, algo insignificante si lo comparamos con el viaje que íbamos a hacer nosotros.

Fueron dos largas horas en el autobús de camino a Algeciras, dos largas horas y media, qué poco me suenan ahora en comparación con esos eternos viajes de Marruecos, allí Adolfo nos leyó una de las memorias de una chica del año pasado, desde luego ella sí que le puso pasión a las memorias.

Tras llegar a Algeciras, nos despedimos de nuestros compañeros de tercero y nos encaminamos al puerto, algunos se ocuparon de llevar los ordenadores, a mí me tocaría más adelante, lo cual daría una anécdota bastante curiosa.

Rellenamos todo el papeleo vario y nos dirigimos a embarcar, pasamos con éxito por las aduanas y por todos los controles, había gente nerviosa, gente que ya echaba de menos su tierra natal, yo por mi parte, estaba listo para afrontar la prueba que iba a ser el viaje, una prueba que no era únicamente para mí, sino para todos los que íbamos, quizás algunos no sepan a lo que me refiero, pero estoy seguro, otros sabrán bien a lo que me refiero.

Subimos rápidamente al barco, y depositamos nuestras maletas y demás equipaje junto a nuestros asientos, rápidamente nos dividimos en unos dos grupos, tres si contamos a los profesores que iban por su lado, los de cuarto y los de ciclo. Nuevamente rellenamos el papeleo antes de que zarpase el barco.

Decidí explorar el barco, me llevé una pequeña decepción, apesar de ser un barco con buena decoración y algo grande no tenía una de las cosas que más esperaba ver: una cubierta exterior decente, y digo decente porque había una un pelín cutre al sur, pero no es que fuese lo que imaginaba precisamente.

Durante el trayecto empezamos a hacer algo que no pararíamos de hacer en todo el viaje: sacarnos fotos, en muchas de ellas salíamos como... bueno, ya os lo imagináis. Como dato curioso que descubrí, las paredes del baño son de papel, se oye todo lo que pasa en el baño contrario si habláis en voz alta.

El viaje duró una hora y media o así, desembarcamos rápidamente, Iñigo, Manuel y yo nos encargamos de cargar con los ordenadores, como era normal nos retrasamos un poco, espero que funcionasen porque al rato de llevarlos, pesaban un poco.

Como decía, nos quedamos un pelín atrás, íbamos junto a César y a Adolfo que nos ayudaban un poco con las maletas para que cargásemoscómodamente con los ordenadores. Cuando llegamos a tierra firme, el lugar en el que un autobús nos recogería para llevarnos a la estación marítima, excepto nosotros cinco, todo el mundo había subido ya al autobús, ahora viene la anécdota que comenté antes, no había más sitio en el autobús y tenía que irse sin nosotros, al principio pensé que era broma, pero no.

La cara que se me quedó al ver partir a nuestro transporte se puede describir fácilmente con una expresión coloquial muy común en internet, pero como esto es algo serio, lo dejo a vuestra imaginación.

César nos dijo que tardaría unos tres minutos en regresar, ahí empecé a comprobar que el tiempo en Marruecos pasa de una forma algo diferente, fueron no sé si 5 o 6 minutos pero desde luego no 3.

Finalmente volvió y nos recogió, estaba vacío, entero para nosotros 5. Bueno eso fue al principio, luego una señora llegó con tres sacos enormes que a saber que contenían y desde luego no estoy seguro de querer saber su contenido.

Nuestra llegada a las aduanas de Tánger, fue tan discreto que de no haber sido porque faltaban dos profesores me da que nos hubiesen dejado allí como si nada, bueno también estaban los ordenadores, así que de todas formas no se hubiesen olvidado de nosotros, o eso creo.

Los saludos ya estaban hechos, creo que nos saludaron únicamente tres chicas repetidoras y uno de los profesores de allí, obviamente no podía llegar como todo el mundo... Ahora que lo pienso, César aún nos debe una comida.

Algo típico de mi es desconfiar, y nuevamente lo hice y me aparté un poco de los marroquíes, cuando subimos al autobús que nos llevaría de camino de Tetuán me senté al fondo y por desconfiar me quedé sin compañero marroquí al igual que un par más, Jesús -uno de nuestros profesores- se sentó conmigo.

Ahora no recuerdo bien su nombre, pero tres más y yo comenzamos a hablar con uno de los profesores de español, menudo hombre, era de esas personas que no podían caerte mal. Nos explicó algunas cosas de allí y bromeó con nosotros como si nada.

La música empezó a sonar, y como si esta provocase una reacción química en algunos marroquíes saltaron al pasillo y comenzaron a bailar, si mal no recuerdo la primera valiente que saltó a la "pista" a bailar fue Cristina. Luego otros se animaron, como Pablo y creo que Marta Broca. En ese momento digamos que no le di importancia pero luego descubriría que los marroquíes aman el baile y el cante de una manera digna de admiración.

Durante las dos horas y pico de viaje se vio algo muy claro, nuestros nuevos compañeros cantaban mil veces mejor que nosotros, y con mil veces me estoy quedando cortísimo.

En fin, al llegar a Tetuán avanzamos un poco y lo primero que hicimos fue hacer un pequeño cambio en nuestras mochilas, nos las colocamos hacia delante ¿A que os suena eso? Si, a los típicos extranjeros, lo que éramos claro está.

Al principio Tetuán no me pareció nada del otro jueves, eso fue hasta que vimos las puertas del Zoco de allí, para los que no lo sepan, un Zoco es un mercado, excepto por algunas cosas que se vendían -como móviles y películas piratas- y por las ropas de ciertas personas, me dio la impresión de estar en una película o de haber retrocedido algunos siglo en el tiempo.

Ah, justo lo que buscaba ya estaba inspirado para escribir, recorrimos el Zoco a buen ritmo, nadie se perdió por suerte, vendían de todo, aunque no creo que fuese buena idea comprar nada, allí no tenían buen aspecto. Tras salir del Zoco nos encaminamos hacia el corazón de Tetuán.

No tardamos mucho, al llegar allí empezó el show, los profesores desaparecieron y nos dividimos así porque sí en dos grupos, los que supuestamente estaban con los profesores -y me refiero a los nuestros, César, Adolfo y Jesús- y los que íbamos con los de allí, y digo que empezó el show porque allí nadie sabía por dónde había que ir, parecía una canción "¡Eh habéis recorrido toda esta calle, se siente pero era por la calle contraria, así que a volver hacia atrás!" Así nos pasamos una hora.

Después de ese divertidísimo juego -nótese la ironía por favor- nos dirigimos hacia una especie de mercado, esta vez más moderno, antes de llegar desaparecieron como 6 o 7 personas del grupo, nada importante. Entramos en un edificio, luego bajamos por unas escaleras. Ese lugar... era un laberinto, como alguien se apartase del grupo podía considerarse perdido, por suerte, el profesor que venía con nosotros sabía por dónde ir.

Nadie se perdió durante el trayecto, al salir nos reencontramos con los que creíamos perdidos, entonces, el profesor se dio cuenta de algo, habíamos hecho un pelín de ruido y nos estaban rodeando mala gente, nada importante, pero por si acaso nos fuimos la plaza de Tetuán.

Allí nos reunimos ambos grupos, serían alrededor de las 18:30, César propuso -por no decir nos mandó- tomar un té, lo bueno es que nos invitaron. Bebí un poco del té, obviamente quemaba pero no sé cómo me acabe tomando tres vasos enteros.

Tras beber un poco de té, fuimos a donde el autobús debería estar esperándonos, y digo debería porque obviamente no estaba, los marroquíes siguieron de fiesta junto a algunas de nuestras chicas.

El trayecto en el autobús fue relativamente tranquilo, eso fue hasta que se apagaron las luces, entonces la oscuridad tanto de dentro como de fuera desató todas las ganas de fiesta habidas y por haber en gran parte de los presentes, por mi parte me dediqué a inmortalizar momentos como el siguiente.

Algo que aún no me entra en la cabeza es la habilidad de canto que poseían nuestros nuevos amigos. Que canten de maravilla en árabe es "normal", que lo hagan también en inglés tiene un pase, que además lo hagan en francés da hasta miedo, pero... ¡que canten en español nuestras canciones típicas mejor que nosotros! Son increíbles, eso es innegable.

Justo antes de que empezase la fiesta miré hacia el cielo y vi algo que me sorprendió, algo bastante normal pero que no era habitual verlo por las ciudades: las constelaciones, puede identificar la de Hidra y la de Orión, tras verlas me convencí a mismo, el viaje iba a ser genial y lo fue.

Tras no sécuántas horas de viaje, César anunció un pequeño cambio de planes, íbamos a ir primero a cenar y luego al hotel, aunque tardamos finalmente llegamos al restaurante, nos hicieron subir hasta la tercera planta y allí nos dividieron en aproximadamente cuatro grupos. Estábamos tanto españoles como marroquíes.

Había dos opciones pescado o pollo (y no, no es un chiste malo) tras pedir, tocó esperar y pasó algo que empezaría a ser costumbre, mi mesa fue la última en recibir la comida, mientras tanto picoteé un poco en el pan que había en la mesa, y menudo pan, estaba delicioso.

Tras un buen rato, trajeron la comida, bastante buena sí señor, para no variar en la sala había un cachondeo monumental, ese cachondeo no solo se mantendría durante toda la semana, si no que aumentaría más y más. Cuando todos terminamos de comer el grupo al completo se hizo una foto.

Nuevamente subimos al autobús, pero esta vez no hubo apenas hubo follón, serían las diez y pico de la noche, la gente entre la comida y el cansancio del primer día había perdido las ganas de fiesta. No tardamos mucho en llegar al hotel, allí entregamos los ordenadores y partimos a la que sería nuestra residencia aquella semana, un hotel de cuatro plantas con wi-fi en la primera. Cogí la llave de mi habitación, la 21 en la cuarta planta, curiosamente el llavero de mi llave era redondo en vez de cuadrado como el resto.

La habitación era simple, dos camas al fondo de la habitación, una más pequeña que la otra, un armario y una mesa al sur, y a cada lado de la habitación había dos muebles con un par de cajones. Nada más entrar a la izquierda estaba el baño... Tenía todo lo necesario, lavabo, váter y una extraña ducha, digo extraña porque ni si quiera tenía mampara, como os imaginaréis el sitio se quedaba encharcado tras una buena ducha. Hablemos del váter, probablemente tendría un ecosistema entero viviendo, lo sucio que estaba no era normal, para rematar la faena nuestro baño tenía goteras y cada vez que tirabas de la cisterna salía un chorrito de agua de al lado del váter, más adelante me enteraría de que nuestro baño era el único que tenía goteras y fugas, fantástico.

Después de acomodarme en la habitación tomé algunas notas del día y esperé a que mi compañero -Manuel- volviese de hacer el idiota. Cuando volvió nos quedamos fritos al rato, serían alrededor de las una de la noche.

Durante esa noche, escuché un ruido proveniente de la calle, en ese momento no lo identifique, parecían cánticos o también sirenas o una nave alienígena, fuese lo que fuese me daba igual, yo quería dormir y eso hice hasta las 6 y pico cuando amaneció por completo y como Manuel y yo fuimos tan listos de no echar al menos la cortina -ya que no teníamos persiana- nos despertó la luz del sol. Habíamos dormido unas 5 horas y tocaba un largo día de caminata, genial.