Una experiencia inolvidable - Día 7

 

DÍA 7 (jueves 20 de marzo 2014): Base naval, comida en familia y fiesta de despedida.

 

A primera hora de la mañana nos hemos dirigido dando un paseo hacia la base naval, en la que nos han explicado el funcionamiento de la organización, sus instalaciones y maquinaria.

Seguidamente cada alumno o grupo de alumnos españoles ha ido a comer a la casa de alguno de los compañeros marroquíes. En mi caso he tenido el placer de visitar la casa de Ahlaam, junto con Marta, Cristina, Mayte y Fran. Tenía mucha curiosidad por ver el interior de una vivienda marroquí, y sin dudas la casa de Ahlaam ha superado todas mis expectativas, en cuanto a la entrada al edificio, el mobiliario y la decoración tan cuidada.

Además de la compañía inmejorable, la comida lo ha sido igualmente. He probado por primera vez el cuscús, que con tanto esmero había cocinado su encantadora madre.

De postre hemos degustado un flan que había preparado Ahlaam con mucho cariño, además de pasteles típicos y té verde que nos ha servido con esmero. Posteriormente le hemos entregado los regalos que hemos traído de España, los cuales ha recibido con gran emoción y agradecimiento. Seguidamente nos ha proporcionado una chilaba a cada uno, que nos hemos probado con gran entusiasmo.

Ya con el pañuelo cubriendo nuestro cabello, hemos inmortalizado este momento, que en mi opinión culmina la vivencia que he tenido de las costumbres marroquíes, después de haber comido un exquisito cuscús y degustado un té con pastas caseras.

A continuación hemos comprado los últimos regalos que nos faltaban para llevar a nuestras familias, y nos hemos dirigido al Liceo en el que estudian nuestros compañeros de Larache. La velada ha transcurrido entre risas, cantes y bailes, al son de canciones tanto árabes como europeas, y siempre amenizados por la alegría que derrochan nuestros ya amigos marroquíes.

Las compañeras lucían muy elegantes sus chilabas, y también pudimos degustar dulces típicos y pasteles que llevaron los profesores para probar en la fiesta.

La guinda de la noche la marcó la posibilidad que tuvimos de ver una boda marroquí, de la cual me llamaron mucho la atención tanto el lugar en el que iba la novia, como los bailes de sus acompañantes.

 

Con el final de la fiesta, vino la triste despedida, puesto que a muchos de los compañeros marroquíes no volveríamos a verlos mañana. En ese momento un sentimiento contradictorio me invadió, ya que estaba muy contenta por la experiencia tan agradable y enriquecedora que había compartido con ellos, pero a la vez no podía evitar el pensar que a la vuelta a España echaría en falta su presencia, su alegría, sus cantes y bailes, su generosidad y la seguridad que nos proporcionaba el hecho de que nos acompañaran en nuestra aventura por un país desconocido, al que ellos nos acercaron y del que nos hicieron partícipe.